Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro. (Romanos 8, 38 – 39)
Ni el pecado, ni la muerte podrá quitarnos el amor de Dios, somos sus hijos y nos quiere cerca.